jueves, 5 de septiembre de 2019

Manifiesto contra el rostro

Buscamos identidad. Reflejo. Lo hacemos en los demás. En su rostro. Creemos que ahí se encuentra lo recóndito. La persona. Triangulamos belleza con tranquilidad y ojos. Entumecemos la depresión con muecas. Enamoramos la paciencia entre comisuras y párpados. Esperanzamos algún tipo de transparencia erótica. Desvelar secretos. Pero nos equivocamos. Estamos excavando en terreno desacertado. Nos detenemos sobre el único lugar árido del cuerpo. El rostro. Lo único que miente. Que se opaca a medida que tomamos conciencia. Erramos. Y todo el concepto de sociedad y cultura se basa en esta idea.

Deberíamos volver a las manos. En ellas no hay mentira. En ellas está la edad. Se mueven a la altura del cuerpo. Detienen la realidad bajo el cuello. Nos salvan de morir ahogados. Son las que desatan las corrientes. Palpan los límites de lo creíble. Las emociones son manos moviéndose. Son la presencia de uno mismo. El contacto con otros. Ninguna palabra agitará el mundo si no la aplastan contra la tierra las manos. Olvidémonos del rostro. De esa gran mentira. El mundo, la realidad y la persona comienzan en las manos.

Enrique Forniés Gancedo

Gracias por leer este poema.
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